Maruja Mallo fue una de las grandes pintoras de la vanguardia europea y su vida se enlaza con muchas de las grandes figuras de un momento de extraordinaria creación artística que se vio improvisamente truncado por la guerra civil. Lorca, Dalí, Buñuel, Alberti, Neruda, Miguel Hernández, Ramón Gómez de la Serna y tantos otros fueron sus compañeros de andanzas. Enamoró y se enamoró de alguno de ellos y dejó para la posteridad sabrosas historias plagadas de recuerdos, de cuadros y de poesías dedicadas a una mujer que fue sembrando, paralelamente a su obra, anécdotas escandalosas para su época. Cuentan que, además de participar en las tertulias vetadas a las mujeres y de salir a la calle sin sombrero, se le ocurrió circular en bicicleta por el pasillo central de la iglesia de Arévalo en plena misa mayor o disfrazarse de hombre con el objeto de entrar en el monasterio de Silos. Todas estas provocaciones, los conflictos políticos y el exilio acabaron ensombreciendo su labor artística y su vida personal.
Maruja Mallo nació cerca de Lugo, en Viveiro, la noche de Reyes del año 1902. Debido al trabajo de inspector de aduanas del padre, Don Justo Gómez Mallo, la infancia de Maruja transcurrió en diferentes lugares y el proceso de embalaje de los enseres se repite tanto que se hace mecánico: de Viveiro a Tui y después a Verín, Corcubión, Gijón, Avilés…hasta que en el año 1922 la familia entera se traslada a Madrid donde el sueño de Maruja de ser pintora empieza a perfilarse con mayor fuerza. Tanto es así que consigue matricularse en la Real Academia de San Fernando y pese a que no son muchas las mujeres que se presentan al examen de ingreso, solo ella consigue entrar superando las pruebas con sobrado talento. Empieza su carrera rodeada de hombres en su mayoría misóginos que, sin embargo, no pudieron hacer otra cosa que admirar sus increíbles dotes. José Ortega y Gasset en la “Revista de Occidente” no tenía reparos en afirmar la inferioridad intelectual de la mujer salvando a su discípula María Zambrano, a Rosa Chacel y a Maruja Mallo.
Ortega y Gasset dijo de ella:
“La obra de Maruja Mallo ha merecido, pues, el espaldarazo de la Revista de Occidente. Y lo ha merecido, ante todo, por la alta calidad intrínseca de su talento, por rango psicológico, independientemente de las manifestaciones pictóricas en que sus facultades se exteriorizan, pues con ser esas manifestaciones valiosas y admirables, lo que de veras importa en ella, como en cualquier otro artista moderno, es la pura genialidad. Y Maruja Mallo primero tiene talento, y después pinta.”
“Porque aquella muchacha pintora era extraordinaria, bella en su estatura, aguda y con cara de pájaro, tajante y llena de irónico humor… Se sumergía en las verbenas y fiestas populares, se remontaba al aire en los columpios…Yo la admiraba mucho y la quería. Primavera siempre con media peseta en los bolsillos. Y las penumbras de los cines, con la polka y el vals en el piano acompañante de aquellos mudos, geniales asombros de Charles Chaplin, Buster Keaton...Se amaba igual la oscuridad de las salas cinematográficas que la de los bancos bajo la sombra nocturna de los árboles. La pintora se llamaba Maruja Mallo, era gallega, y creo que recién salida de la Academia de Bellas Artes.” Rafael Alberti.
En 1927 hace su aparición “La Gaceta literaria” en la que Maruja Mallo publica en dos secciones. Surge la “Escuela de Vallecas” creada con el objetivo de conseguir una renovación artística y poner en pie el arte nacional, corriente a la que Maruja Mallo se adhiere inmediatamente. Y, de forma casi inesperada, llega el reconocimiento: desde su primera exposición los críticos aplauden la meticulosidad de su técnica, su rigor intelectual y su perfecto conocimiento de la geometría. A lo largo de estos años Maruja aborda temas recurrentes como “La ciclista”, “La mujer de la cabra”, “Estampas de máquinas y maniquíes, “Las verbenas”…
Según el Nobel Camilo José Cela:
“Miguel Hernández y Maruja Mallo tenían amores e iban a meterse mano y a hacer lo que podían debajo del puente, pero los poetas los breábamos con boñigas de vaca y entonces ellos tenían que irse a la otra orilla a terminar de amarse en la dehesa que allí había ya que, a lo que parece, los toros bravos eran más acogedores y menos agresivos que los poetas líricos.”
De estos amores solo queda una dedicatoria enigmática en el libro de Miguel Hernández “El rayo que no cesa”: “ A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya”. Esta vez fue Maruja Mallo quien abandonó al poeta y, la guerra civil, el suceso que acabó por separarles del todo.
Maruja Mallo muere el 6 de Febrero de 1995 en la residencia de ancianos Menéndez Pidal de Madrid. Sus cenizas se trasladaron a Viveiro para ser esparcidas por la bahía de La Mariña lucense.
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