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GrupoCreaMás, plantea una alternativa a la tradicional consultoría, distante en el trato, a la que se acude como último recurso, ante problemas que requieren la intervención de profesionales.

Por el contrario, nuestra Consultora, compuesta por profesionales del sector psicológico, psicopedagógico, sociológico, económico, de la enseñanza y especialistas en materia de igualdad de oportunidades y en género, puso en marcha y organizó un sistema de colaboración multidisciplinar que aunara dichas disciplinas.

En este sentido, debemos decir, que no somos las primeras profesionales que integran dichas disciplinas; no obstante, aportamos la idea innovadora de complementarlas, de integrarlas, toda vez que la dilatada experiencia profesional con la que contamos, nos ha demostrado que el mejor resultado se obtiene siempre con la colaboración y el trabajo en equipo, si se quiere obtener como resultado la aportación eficaz, rápida y útil de soluciones.

Con estos objetivos, se consolida GrupoCreaMás, tras una larga experiencia de sus miembros en sus respectivas competencias con la intención de continuar trabajando para la consecución de sus fines.

domingo, 25 de marzo de 2012

MARIA PITA


Después de Agustina de Aragón, y por encima de Manuela Malasaña, quizás la heroína nacional más celebrada en tiempos de guerra ha sido la coruñesa María Pita.

El perfil de las mujeres que se destacan en hechos de armas en el campo de batalla y, más a menudo, en la resistencia de las ciudades situadas, suele ser muy parecido a lo largo de la historia. Con siglo y medio de diferencia, María Pita, defensora de la Coruña en 1589, y Agustina Zaragoza, defensora de la capital aragonesa en 1808, son descritas de modo semejante por sus contemporáneas: mujeres altas o muy altas, fuertes y hermosas. No disponemos de dibujos o grabados fiables de María Pita, pero si enterró a cuatro maridos no debía de ser horrible, al menos físicamente. En el caso de Agustina, es una maravillosa historia de amor. En el de María Pita, es sobre todo la historia de una afirmación personal, de todo un carácter, de una mujer sin miedo, capaz de todo o casi todo para conseguir sus propósitos.

María se llamaba en realidad Mayor Fernández da Cámara Pita. Como demuestra su plural vida sentimental, no le gustaba vivir sola ni le faltaban pretendientes. El mismo año en que enviudó de su primer marido, Juan Alonso, con quien tenía una hija llamada María, se casó con el segundo, un carnicero llamado Gregorio Bracamonde. Pero poco habría de durar el matrimonio porque éste falleció sólo dos años después, luchando contra los ingleses que, tras desembarcar con un verdadero ejército de miles de hombres en las costas gallegas, habían puesto cerco a La Coruña. Los ingleses cortaron pronto las comunicaciones entre Santiago y La Coruña y tanto los soldados como las provisiones dejaron de afluir a la ciudad que era propiedad del rey.

Es en este momento en el que se enmarca la hazaña, algo nebulosa, sin muchos detalles concretos pero indudablemente cierta de María Pita. Derruída la muralla antigua coruñesa, última defensa de la ciudad tras caer el barrio de La Pescadería, un alférez inglés enarbolando la bandera de su regimiento encabeza el intento, probablemente decisivo, de entrar en la ciudad y conseguir la rendición de sus exhaustos habitantes. Pero ahí le esperaba la Historia en forma de gallega, la mujer, o mujerona, le sale al encuentro, lo mata, le arrebata la bandera o estandarte, arenga a sus paisanos y finalmente consigue taponar la brecha abierta en la defensa de la ciudad, que vuelve a cerrarse. Y cerrada se quedó hasta que los ingleses abandonaron la idea de tomarla.

¿Cómo mató María Pita al pirata inglés? Unos dicen que de una pedrada, otros que lo mató con la espada, que sin duda compone una estampa más noble. Aunque lo más probable es que usara uno de los cuchillos grandes de su carnicería, que es arma capaz de matar como una espada, pero resulta más fácil de llevar y de esconder. En todo caso, no cabe duda de que estaba hecha a los cuchillos y que no le asustaba la sangre. El difunto alférez, si fuera posible interrogarlo, nos lo confirmaría.

Cumplida la hazaña que habría de marcar su historia y la de España, María elige a un tercer marido que le permita mejorar su estatus social: se trata del capitán de infantería Sancho de Arratia. Con él tuvo otra hija, Francisca, y no mucho más, porque apenas un lustro después pasó a mejor vida. Y cuatro años más tarde, espaciando más sus enlaces como seguramente era costumbre al ascender de clase, María se casó por cuarta vez con un hidalgo, funcionario de la Real Audiencia, llamado Gil Bermúdez de Figueroa. Al morir en 1613, dejó una modesta fortuna, dos hijos, Juan y Francisco, y a la famosa viuda, si no menos consolable, sí más discreta gracias a que en su testamento mandase que su viuda para heredar no podría volver a casarse.

Como justa recompensa a su valor, se le reconoció a nuestra heroína el rango de “Soldado aventajado”, siendo la “ventaja” de cinco escudos al mes, un sueldo apañado para la época. Además, consiguió por ocho años el derecho de vender mulas en Portugal, doscientas cada dos años. Siendo notables sus hazañas bélicas, y no despreciables las sentimentales, lo que produce más admiración es el valor con que María Pita, se lanza de cabeza a los interminables pleitos que esmaltan su paso por la vida pública. Aunque pocas muestras de carácter tan feroces como el largo pleito, por no decir abierta guerra, que sostuvo con el capitán Peralta, que cometió el error, inmenso error, de instalarse en la casa de María Pita sin respetar la exención de ese servicio conseguida también por la heroína del sitio de 1589.

Con Peralta acabó en los tribunales, pero antes éste denunció que una noche fue un grupo de hombres armados a llamar a su puerta para acuchillarle en cuanto abriera, y que, como no abrió, María urdió otra treta para hacerle la vida imposible, que fue descolgarse desde un tejadillo y arrojarle por la ventana al dormitorio un buen número de orinales repletos de lo suyo que hacían irrespirable la habitación. Varios más la habían denunciado por haberles insultado en público. Y que sepamos, al menos una vez estuvo en la cárcel, porque allí agredió a un corregidor arrojándole un plato a la cabeza.
Así, fue más que una amazona en tiempos de guerra y no menos que una titana en tiempos de paz, o sea, de juzgados.

En el año del Señor de 1643, un 21 de Enero, pasó a mejor vida en su retiro aldeano de Santiago de Sirgas aquella tremenda mujer. La Coruña tuvo desde entonces una heroína y, sin duda, descansó.

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