¿Quiénes somos?

GrupoCreaMás, plantea una alternativa a la tradicional consultoría, distante en el trato, a la que se acude como último recurso, ante problemas que requieren la intervención de profesionales.

Por el contrario, nuestra Consultora, compuesta por profesionales del sector psicológico, psicopedagógico, sociológico, económico, de la enseñanza y especialistas en materia de igualdad de oportunidades y en género, puso en marcha y organizó un sistema de colaboración multidisciplinar que aunara dichas disciplinas.

En este sentido, debemos decir, que no somos las primeras profesionales que integran dichas disciplinas; no obstante, aportamos la idea innovadora de complementarlas, de integrarlas, toda vez que la dilatada experiencia profesional con la que contamos, nos ha demostrado que el mejor resultado se obtiene siempre con la colaboración y el trabajo en equipo, si se quiere obtener como resultado la aportación eficaz, rápida y útil de soluciones.

Con estos objetivos, se consolida GrupoCreaMás, tras una larga experiencia de sus miembros en sus respectivas competencias con la intención de continuar trabajando para la consecución de sus fines.

viernes, 30 de marzo de 2012

MARÍA DE MAEZTU


María de Maeztu está considerada como la mayor activista por la instrucción de la mujer en España durante el primer tercio del siglo XX.

Su fervor asociacionista la llevó a impulsar y dirigir “La Residencia Internacional de Señoritas”, ser responsable de la “Sección Primaria del Instituto Escuela”, fundar junto a Clara Campoamor la “Asociación de Mujeres Universitarias” y presidir el “Lyceum Club Femenino”.

María de Maeztu Whitney, nació en Vitoria el 18 de julio de 1881. Pronto se queda huérfana de padre, desgracia familiar que asentará la estrecha y afectuosa relación con su madre Juana, y con sus cuatro hermanos: Ramiro, Angela, Miguel y Gustavo. Para poder hacer frente a la repentina viudez y a las necesidades de sus hijos, Juana monta una residencia de señoritas en Bilbao donde su hija María colabora y comienza a sentir la vocación pedagógica que habría de marcar toda su vida.

María de Maeztu perteneció a la Institución Libre de Enseñanza y tuvo entre sus maestros a Unamuno en la Universidad de Salamanca y Ortega y Gasset en la de Madrid. Se licencia en Magisterio y Derecho y desde el año 1902 comienza a ejercer la docencia. Muy pronto se revela como una conferenciante de gran elocuencia, capaz de impartir sus doctrinas pedagógicas y feministas por Gran Bretaña, Estados Unidos, Méjico, Cuba , Argentina y distintas ciudades españolas. El conocimiento de idiomas, poco frecuente en la España de entonces, le valió ejercer un papel de embajadora y situarse en una posición privilegiada para representar a España en Congresos Internacionales e importar los ejemplos de asociacionismo feminista de tipo anglosajón.

María de Maeztu perteneció a la Institución Libre de Enseñanza y además de sus convicciones por la igualdad en derechos y deberes de las mujeres, participó del espíritu de una época en la que se le otorgaba a la pedagogía un papel esencial en la sociedad, considerada como el verdadero motor del progreso. María se situó en una corriente regeneracionista que puso en práctica desde sus comienzos como maestra de escuela.

MARIA DE MAEZTU

“Es verdad el dicho antiguo de que la letra con sangre entra, pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro.”

Instauró las clases al aire libre, las cantinas y las colonias de verano, además de apostar por una educación laica, hecho que habría de granjearle numerosos enemigos.

MARIA DE MAEZTU

“No hemos dedicado en el horario una sesión para la enseñanza dogmática de la moral, porque creémos que en estos primeros años de vida escolar, la maestra debe aprovechar todas las oportunidades que se presentan en clase para que los niños se vayan formando en las normas de conducta que han de orientar su vida. Nos hemos preocupado muy sinceramente de formar el sentimiento religioso de los niños como parte esencial de nuestra labor educadora.”

En 1915 funda en Madrid, en la calle Fortuny, la “Residencia Internacional de Señoritas” que mantuvo una estrecha relación con la Residencia de Estudiantes, presidida por Ramón y Cajal. De hecho fue en la calle Fortuny donde García Lorca leyó por primera vez su “Poeta en Nueva York”. María de Maeztu pretendía con esta residencia femenina, dar la oportunidad a jóvenes mujeres, que venían de la provincia o del extranjero, de estudiar en un ambiente adecuado, además de ofrecer a los padres la seguridad y el control que hasta el momento sólo encontraban en asociaciones católicas.

MARIA DE MAEZTU

“Es verdad que pongo toda mi alma en esta obra; nunca en la vida me interesé por nada tanto como por estas muchachas. Hoy son ellas todos mis amores. Creo, con toda sinceridad, que mi vida vale bien poca cosa en comparación con la obra, y por eso no importa sacrificarla.”

Como gran activista que era, María de Maeztu consiguió compatibilizar la Residencia con la creación del Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza, en el que puso en práctica todas sus ideas pedagógicas y que habría de convertirse en un lugar de elite, en el que estudiaron los hijos de Negrín, Madariaga, Azcárate o Casares Quiroga. Pero además de su vocación pedagógica, María no podía dejar a un lado la militancia feminista que la llevó a fundar y presidir desde 1926, el Lyceum Club Femenino que tenía como objetivo fomentar el espiritu colectivo de las mujeres y proporcionar un lugar abierto, en el que tuvieran también cabida mujeres casadas que no querían tener como único horizonte las paredes del hogar. Fue también llamado el club de “las maridas”, porque en ella confluyeron varias esposas de personajes de la época, especialmente de las élites intelectuales. En el Lyceum participaron Victoria Kent, Margarita Nelken, Zenobia Camprubí, Mabel Pérez de Ayala y la presidencia honorífica la ostentaba la reina Victoria Eugenia y la Duquesa de Alba.

Pero todas estas iniciativas, todo el trabajo de tantos años, todos los sueños que animaban a María de Maeztu a seguir con su labor, se vieron truncados en el año 36’ por el inicio de la Guerra Civil y, sobre todo, por el fusilamiento de su hermano Ramiro, un intelectual de derechas, que había sido encarcelado al principio de la contienda por los republicanos. Como homenaje postrero, María escribió los que debieron ser sus pensamientos en las últimas horas antes de la ejecución.

MARÍA DE MAEZTU

“Solo, abandonado, no ha tenido una mano amiga que cerrara sus ojos ni que cubriera de flores su cuerpo. En ese amanecer del 7 de Noviembre del 36 estaba sólo, y para colmo de traición, sus verdugos se empeñaron en negar su muerte. ¿Dónde está Maeztu?, preguntan en Londres quienes le admiraron y escucharon su palabra con deleite. ¿Dónde está Ramiro?, pregunta su madre, su mujer, su hijo. ¿Dónde está el maestro?, preguntan los discípulos que ha ido dejando a su paso por el mundo. ¿Dónde está el hombre, el apóstol, el profeta, el precursor? pregunto yo. ¿Qué habéis hecho de él?”

Tras el fusilamiento de su hermano María se marchó lo más lejos posible, y acabó en Buenos Aires donde fue acogida enla Universidad para encargarse de Didáctica. Después de haber perdido aquello que más le importaba, material y espiritualmente, conservó un valor intacto para el trabajo y una sorprendente vitalidad. Le concedieron una cátedra, la de Historia de la Educación, que mantuvo hasta su muerte. Volvió una única vez a España, en el año 45’, por asuntos personales o quizá con la secreta esperanza de reemprender su labor en la residencia. Pero María, para los franquistas, tenía un pasado muy dudoso y, a pesar de ser hermana de Ramiro, no se escuchan sus peticiones. Decide volver a Buenos Aires y desde allí realiza su testamento en el que María, después de afirmar su fe católica, se expresa en los términos siguientes:

MARIA DE MAEZTU

“No considero como enemigos mios más que a los que impidieron, y estorbaron, que yo volviese a ocupar mi puesto en España. Aquellos que fomentaron en España la incultura, además del mal irreparable que a mi me hicieron, por no dejarme proseguir mi obra educativa."

María de Maeztu falleció repentinamente, el 7 de Enero de 1948, de una angina de pecho. Fue trasladada a España y enterrada con todos los honores, en el panteón familiar de Estella, en Navarra.

martes, 27 de marzo de 2012

MARUJA MALLO


Una de las grandes pintoras de la vanguardia europea.

Maruja Mallo fue una de las grandes pintoras de la vanguardia europea y su vida se enlaza con muchas de las grandes figuras de un momento de extraordinaria creación artística que se vio improvisamente truncado por la guerra civil. Lorca, Dalí, Buñuel, Alberti, Neruda, Miguel Hernández, Ramón Gómez de la Serna y tantos otros fueron sus compañeros de andanzas. Enamoró y se enamoró de alguno de ellos y dejó para la posteridad sabrosas historias plagadas de recuerdos, de cuadros y de poesías dedicadas a una mujer que fue sembrando, paralelamente a su obra, anécdotas escandalosas para su época. Cuentan que, además de participar en las tertulias vetadas a las mujeres y de salir a la calle sin sombrero, se le ocurrió circular en bicicleta por el pasillo central de la iglesia de Arévalo en plena misa mayor o disfrazarse de hombre con el objeto de entrar en el monasterio de Silos. Todas estas provocaciones, los conflictos políticos y el exilio acabaron ensombreciendo su labor artística y su vida personal.

Maruja Mallo nació cerca de Lugo, en Viveiro, la noche de Reyes del año 1902. Debido al trabajo de inspector de aduanas del padre, Don Justo Gómez Mallo, la infancia de Maruja transcurrió en diferentes lugares y el proceso de embalaje de los enseres se repite tanto que se hace mecánico: de Viveiro a Tui y después a Verín, Corcubión, Gijón, Avilés…hasta que en el año 1922 la familia entera se traslada a Madrid donde el sueño de Maruja de ser pintora empieza a perfilarse con mayor fuerza. Tanto es así que consigue matricularse en la Real Academia de San Fernando y pese a que no son muchas las mujeres que se presentan al examen de ingreso, solo ella consigue entrar superando las pruebas con sobrado talento. Empieza su carrera rodeada de hombres en su mayoría misóginos que, sin embargo, no pudieron hacer otra cosa que admirar sus increíbles dotes. José Ortega y Gasset en la “Revista de Occidente” no tenía reparos en afirmar la inferioridad intelectual de la mujer salvando a su discípula María Zambrano, a Rosa Chacel y a Maruja Mallo.


Ortega y Gasset dijo de ella:

“La obra de Maruja Mallo ha merecido, pues, el espaldarazo de la Revista de Occidente. Y lo ha merecido, ante todo, por la alta calidad intrínseca de su talento, por rango psicológico, independientemente de las manifestaciones pictóricas en que sus facultades se exteriorizan, pues con ser esas manifestaciones valiosas y admirables, lo que de veras importa en ella, como en cualquier otro artista moderno, es la pura genialidad. Y Maruja Mallo primero tiene talento, y después pinta.”



Muy pronto Maruja Mallo empieza a frecuentar la Residencia de Estudiantes, un hervidero de cultura que sirvió de punto de encuentro de artistas y escritores y que desembocó en la Edad de Plata y en la Generación del 27. En este lugar Maruja trabó amistad con Buñuel, Lorca, Dalí y con un poeta granadino, Rafael Alberti, que se convertiría poco después en su compañero sentimental. De la relación pasional y turbulenta que mantuvieron entre 1925 y 1930 poco se sabe porque ambos guardaron en secreto esta relación que tuvo una enorme repercusión no solo en sus vidas, sino también en su obra. De su intensa colaboración quedarían los decorados del drama “Santa Casilda”, testimonios en algún libro y desde luego en los cuadros de la pintora ya que dicen que Alberti ponía en palabras lo que Maruja expresaba con el pincel. Después de una dolorosa ruptura sentimental Maruja Mallo no volvió a hablar del poeta, guardándolo en su memoria como si fuera el único gran amor de su vida. Sin embargo Rafael Alberti rompió el pacto de silencio solo cuando murió su esposa, María Teresa León, con un bellísimo texto dedicado a la pintora titulado: “De las hojas que faltan”.


“Porque aquella muchacha pintora era extraordinaria, bella en su estatura, aguda y con cara de pájaro, tajante y llena de irónico humor… Se sumergía en las verbenas y fiestas populares, se remontaba al aire en los columpios…Yo la admiraba mucho y la quería. Primavera siempre con media peseta en los bolsillos. Y las penumbras de los cines, con la polka y el vals en el piano acompañante de aquellos mudos, geniales asombros de Charles Chaplin, Buster Keaton...Se amaba igual la oscuridad de las salas cinematográficas que la de los bancos bajo la sombra nocturna de los árboles. La pintora se llamaba Maruja Mallo, era gallega, y creo que recién salida de la Academia de Bellas Artes.” Rafael Alberti.

En 1927 hace su aparición “La Gaceta literaria” en la que Maruja Mallo publica en dos secciones. Surge la “Escuela de Vallecas” creada con el objetivo de conseguir una renovación artística y poner en pie el arte nacional, corriente a la que Maruja Mallo se adhiere inmediatamente. Y, de forma casi inesperada, llega el reconocimiento: desde su primera exposición los críticos aplauden la meticulosidad de su técnica, su rigor intelectual y su perfecto conocimiento de la geometría. A lo largo de estos años Maruja aborda temas recurrentes como “La ciclista”, “La mujer de la cabra”, “Estampas de máquinas y maniquíes, “Las verbenas”…

En 1931 marcha a París a estudiar escenografía y perfeccionar la técnica de diseños teatrales. Allí traba amistad con Picasso, Magritte… y es reconocida públicamente por personas tan relevantes como Jean Cassou, director del Museo de Arte Moderno. Al volver a España Maruja Mallo es una mujer nueva, segura de si misma, con mil proyectos en el bolsillo y dispuesta a todo. Había superado el dolor por su ruptura sentimental con Alberti y todo parecía sonreírle. Era pues el momento de volver a enamorarse y, siguiendo lo que ya parecía una costumbre, lo hizo de otro gran poeta: Miguel Hernández. Hubo testigos de excepción de los amores entre el poeta de Orihuela y la pintora , como podemos leer en el libro de Camilo José Cela “Memorias, entendimientos y voluntades”:

Según  el Nobel Camilo José Cela:

“Miguel Hernández y Maruja Mallo tenían amores e iban a meterse mano y a hacer lo que podían debajo del puente, pero los poetas los breábamos con boñigas de vaca y entonces ellos tenían que irse a la otra orilla a terminar de amarse en la dehesa que allí había ya que, a lo que parece, los toros bravos eran más acogedores y menos agresivos que los poetas líricos.”

De estos amores solo queda una dedicatoria enigmática en el libro de Miguel Hernández “El rayo que no cesa”: “ A ti sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya”. Esta vez fue Maruja Mallo quien abandonó al poeta y,  la guerra civil,  el suceso que acabó por separarles del todo.

Maruja se exilió, como tantos otros, y fijó su residencia en Buenos Aires donde pasó veinticinco años. Siguió pintando y exponiendo aunque lejos de todo lo suyo y con una nostalgia que fue minando su productividad. Solo en 1964 logra volver a España pero ya no encuentra lo que busca. Sus amigos de la fabulosa época de la Residencia de Estudiantes han muerto o siguen viviendo en el destierro. Tampoco la concesión de la Medalla de Oro de Bellas Artes en el año 1967 consigue el milagro de hacer que se reconcilie con el mundo.

Como describió María Zambrano:”Maruja no volvió quejicona y rencorosa, sino sólo con una razonable dosis de mala leche”. Hasta 1979 no se le presenta la ocasión de una muestra antológica: “Moradores del vacío”, que rinde el merecido tributo a esta singular pintora.
Maruja Mallo muere el 6 de Febrero de 1995 en la residencia de ancianos Menéndez Pidal de Madrid. Sus cenizas se trasladaron a Viveiro para ser esparcidas por la bahía de La Mariña lucense.
Queda el recuerdo de alguien que cometió un error imperdonable en los años que le tocó vivir, el de ser libre y mujer al tiempo. Queda el recuerdo emocionado de lo más feliz de nuestra vanguardia, de lo más brillante de nuestra modernidad, aquello de nuestro pasado con lo que nos hubiera gustado quedarnos.

domingo, 25 de marzo de 2012

MARIA PITA


Después de Agustina de Aragón, y por encima de Manuela Malasaña, quizás la heroína nacional más celebrada en tiempos de guerra ha sido la coruñesa María Pita.

El perfil de las mujeres que se destacan en hechos de armas en el campo de batalla y, más a menudo, en la resistencia de las ciudades situadas, suele ser muy parecido a lo largo de la historia. Con siglo y medio de diferencia, María Pita, defensora de la Coruña en 1589, y Agustina Zaragoza, defensora de la capital aragonesa en 1808, son descritas de modo semejante por sus contemporáneas: mujeres altas o muy altas, fuertes y hermosas. No disponemos de dibujos o grabados fiables de María Pita, pero si enterró a cuatro maridos no debía de ser horrible, al menos físicamente. En el caso de Agustina, es una maravillosa historia de amor. En el de María Pita, es sobre todo la historia de una afirmación personal, de todo un carácter, de una mujer sin miedo, capaz de todo o casi todo para conseguir sus propósitos.

María se llamaba en realidad Mayor Fernández da Cámara Pita. Como demuestra su plural vida sentimental, no le gustaba vivir sola ni le faltaban pretendientes. El mismo año en que enviudó de su primer marido, Juan Alonso, con quien tenía una hija llamada María, se casó con el segundo, un carnicero llamado Gregorio Bracamonde. Pero poco habría de durar el matrimonio porque éste falleció sólo dos años después, luchando contra los ingleses que, tras desembarcar con un verdadero ejército de miles de hombres en las costas gallegas, habían puesto cerco a La Coruña. Los ingleses cortaron pronto las comunicaciones entre Santiago y La Coruña y tanto los soldados como las provisiones dejaron de afluir a la ciudad que era propiedad del rey.

Es en este momento en el que se enmarca la hazaña, algo nebulosa, sin muchos detalles concretos pero indudablemente cierta de María Pita. Derruída la muralla antigua coruñesa, última defensa de la ciudad tras caer el barrio de La Pescadería, un alférez inglés enarbolando la bandera de su regimiento encabeza el intento, probablemente decisivo, de entrar en la ciudad y conseguir la rendición de sus exhaustos habitantes. Pero ahí le esperaba la Historia en forma de gallega, la mujer, o mujerona, le sale al encuentro, lo mata, le arrebata la bandera o estandarte, arenga a sus paisanos y finalmente consigue taponar la brecha abierta en la defensa de la ciudad, que vuelve a cerrarse. Y cerrada se quedó hasta que los ingleses abandonaron la idea de tomarla.

¿Cómo mató María Pita al pirata inglés? Unos dicen que de una pedrada, otros que lo mató con la espada, que sin duda compone una estampa más noble. Aunque lo más probable es que usara uno de los cuchillos grandes de su carnicería, que es arma capaz de matar como una espada, pero resulta más fácil de llevar y de esconder. En todo caso, no cabe duda de que estaba hecha a los cuchillos y que no le asustaba la sangre. El difunto alférez, si fuera posible interrogarlo, nos lo confirmaría.

Cumplida la hazaña que habría de marcar su historia y la de España, María elige a un tercer marido que le permita mejorar su estatus social: se trata del capitán de infantería Sancho de Arratia. Con él tuvo otra hija, Francisca, y no mucho más, porque apenas un lustro después pasó a mejor vida. Y cuatro años más tarde, espaciando más sus enlaces como seguramente era costumbre al ascender de clase, María se casó por cuarta vez con un hidalgo, funcionario de la Real Audiencia, llamado Gil Bermúdez de Figueroa. Al morir en 1613, dejó una modesta fortuna, dos hijos, Juan y Francisco, y a la famosa viuda, si no menos consolable, sí más discreta gracias a que en su testamento mandase que su viuda para heredar no podría volver a casarse.

Como justa recompensa a su valor, se le reconoció a nuestra heroína el rango de “Soldado aventajado”, siendo la “ventaja” de cinco escudos al mes, un sueldo apañado para la época. Además, consiguió por ocho años el derecho de vender mulas en Portugal, doscientas cada dos años. Siendo notables sus hazañas bélicas, y no despreciables las sentimentales, lo que produce más admiración es el valor con que María Pita, se lanza de cabeza a los interminables pleitos que esmaltan su paso por la vida pública. Aunque pocas muestras de carácter tan feroces como el largo pleito, por no decir abierta guerra, que sostuvo con el capitán Peralta, que cometió el error, inmenso error, de instalarse en la casa de María Pita sin respetar la exención de ese servicio conseguida también por la heroína del sitio de 1589.

Con Peralta acabó en los tribunales, pero antes éste denunció que una noche fue un grupo de hombres armados a llamar a su puerta para acuchillarle en cuanto abriera, y que, como no abrió, María urdió otra treta para hacerle la vida imposible, que fue descolgarse desde un tejadillo y arrojarle por la ventana al dormitorio un buen número de orinales repletos de lo suyo que hacían irrespirable la habitación. Varios más la habían denunciado por haberles insultado en público. Y que sepamos, al menos una vez estuvo en la cárcel, porque allí agredió a un corregidor arrojándole un plato a la cabeza.
Así, fue más que una amazona en tiempos de guerra y no menos que una titana en tiempos de paz, o sea, de juzgados.

En el año del Señor de 1643, un 21 de Enero, pasó a mejor vida en su retiro aldeano de Santiago de Sirgas aquella tremenda mujer. La Coruña tuvo desde entonces una heroína y, sin duda, descansó.